Suiza asiste sobre ascuas al desolador espectáculo de una Europa desorientada ante los inmigrantes. En 1992, cuando se negó a entrar en el Espacio Económico Europeo (EEE), el país helvético escogió una vía única para asegurarse su puesto en el Viejo Continente: las negociaciones bilaterales. Estar con Europa pero sin estar dentro de ella. La fórmula fue extremadamente provechosa. Crecimiento, paro, calidad de vida…